Primavera uno cero uno


Todavía es primavera de este lado del mar. Alguien se sienta a los controles y comienza el deshielo. Un buen momento para salir de la hibernación, bueno como otro cualquiera. 
A veces las momias optan por rascarse el picor debajo de la venda.
Extrañábamos el olor del papel y la tinta, extrañábamos la tijerita y la plasticola, el colocarse con el propio anhídrido carbónico, el aire moviéndose delante de los labios.
Volvemos, despacito, a la silla y a los sutiles engranajes que nos meten en algún casillero de la personalidad múltiple. Volvemos con cosas para contar.
Pronto, más noticias. Por ahora, una imagen de ayer a la tarde, del making of de lo que se viene. Parte de lo que se viene.

macky beringola

En el diome

Macky

Finde

Sirva este link a “Finde”, temazo de Doctor Martín Clavo, como cita o empapelado sonoro, ese término tan manoseado y pedante, al texto de hoy.

 

¿Cuántos días hacen falta para romper un hábito? ¿21 o 28? Si eran 28 me faltan 7. Un finde más.

Estos días me acordé de una de mis bandas favoritas españolas (esto de estar lejos de los Països Catalans me permite utilizar la palabreja con total impunidad). Doctor Martín Clavo, from nuestra Mallorca natal, como dice Alejo. DMC y su meteorito tranquilo. Tranquilo, no como otros. No como nosotros, que venimos tan agitaditos, tan ardidos, tan romputs. Háganse un favor y escuchen todo el disco, que habla del fin del mundo de los Amaya, de meteoritos sin cataclismos, de findes llenos de muertos vivientes. DMC están definitivamente en mi Top Ten de Spain.

Este finde descubrí a otra banda que entró directo a mi toptendespain (ese top ten cuyo primer puesto ocupará para siempre Chingaleros, y cuyo segundo lugar será siempre para Cannibales). Son The Government, son indescriptibles (a menos que les diga que son absolutamente vuelapelucas y que “lo” tienen. Los motherfuckers lo tienen, lo muestran y lo sacuden para que babeemos). Compren el LP, acaba de salir, es de Folc Records.

También tocaban Islas Marshall, que es nada menos que Cristiano Motocross descuajeringándose en la batería y un guitarrista que la rompe. Brutales y emocionantes. Me bailé la vida y mis huesos tristones lo agradecieron sobremanera.

Pero mi osamenta tuvo abrazos este finde, amigas hermosas que vienen de visita y me fortifican más que un suplemento de calcio. Y que ayudan a olvidar que una a veces se queda con cara de boluda mirando cómo se le va el tren y el abrazo.

Otra cosa que pasó el finde fue que, gracias a Grito Rock Madrid, me estrené en la ciudad con “Huesos floridos y otras mutaciones”, mi pequeño show de spoken word que consta de dos partes fijas y una articulación móvil. Las partes fijas son Flor negra y Abejas en orden. Y la articulación móvil a veces sale del Manual de Comportamiento para Gente Formidable y a veces no. Siempre sale todo de mí y mi neurosis, como la flor negra de mi coxis (ojito con la pronunciación, neurosis no rima con coxis; aquí nos haría falta Fernando Peña y su sexta pizza).

Y entonces fui y declamé e hice ademanes con las dos manos, ahora que me animé a soltar la mano del micrófono. No es en absoluto un dato menor. La primera vez que me atreví a dejar el micro en su lugar fue durante Versos de plástico, esa hermosa velada de Estación Spoken Word. Aquella noche, aunque canté durante un momento, pude separar mi personaje-cantante de la otra: dejé el micrófono en su pie.

Soltar la mano del micrófono es tan peligroso y traumático como ir en una bici sin rueditas por primera vez. No pude/quise hacerlo en 13 años de punkrock. Siempre sentí que dejar el micrófono en su pie al cantar era como soltar el mango de la sartén. Así iba, agarrándolo como abrazada a un rencor. Pero bueno, desde esa noche algo pasó. Por ende, de repente tengo dos manos para gesticular. Danger. Dónde me pongo.

Dónde me pongo. Ja.

Aquí les dejo unas imágenes de la matinée de sábado en Catharsis. Gracias a la hospitalidad de los catárticos (y la gente de Campo de la Cebada el viernes), y gracias a Irene La Sen y todos los Poetas del Grito. Piacere.

Y así voy, con esta locura de querer cambiar de hábitos haciendo lo mismo de siempre, como dice Clavo, porque me gusta y sabe bien.macky-catharsis-16feb2013

Un minuto

 

Un minuto, y después ya no estás. También hay que permitirse sentir el sacudón durante un minuto entero. Después una puede seguir adelante con la alegría e inconsciencia habituales.

Tengo un amigo que me dijo, un par de veces, que dentro nuestro vive alguien que sabe más que uno mismo, y que va muy por delante de las palabras. Yo le creo, después de todo me dice las cosas con amor y tiene ojos lindos. Todos mis amigos hombres tienen ojos lindos, ojos que dicen la verdad.

En algún momento de 2008 me pareció una buena idea dedicarle una canción de Mostros a mi abuelo, que eligió vivir solo, casi como un ermitaño. Primero en un hotel, después en un catre en un galpón. Iba a escribir que eligió morir solo también, pero de eso no estoy tan segura. No estoy tan segura de que se elija. Se sabe y ya está. Un día se entiende, un día se empieza a no hacer pie dentro de esa noción. Eso me lo enseñó otro amigo de ojos lindos, hace mil años, mientras estábamos sentados en unas sillas giratorias con vista a la calle Florida.

Tiene razón mi amigo, mi otro amigo, acerca de que las mujeres aprendemos más tarde lo de morir solos. Los chicos lo entienden muy temprano. Como en esa escena de Annie Hall. Woody-niño no puede hacer la tarea porque el universo está expandiéndose y todos vamos a morir.

A las mujeres que aprendemos todo tarde nos dan ganas de abrazar hasta el infinito a esos hombres-niños que sufren día a día por la noción de morir solos. No podemos evitarlo. Como en The Crying Game, es nuestra naturaleza. No queda claro si somos ranas o escorpiones. Déjenme que pase el minuto entero, y después se los confirmo.

Otro amigo (de ojos etc) diría que ser sabios, entender las cosas no nos evita el dolor, pero sí el sufrimiento. Las mujeres que conozco, haciéndonos un poco las boludas con respecto al temita de la muerte, vivimos entendiendo con el cuerpo, teniendo epifanías en algún lugar a mitad de camino entre la garganta y el perineo, y entonces estiramos los brazos para abrazar, con la esperanza de evitar el sufrimiento de los que tenemos alrededor. Es así, no sabemos hacerlo de otra manera. Abrazamos, exclamamos que Brooklyn no está expandiéndose, nos secamos la lagrimita y seguimos. Bánquensela o déjennos en paz.

Pero vengo a hablar de vivir solos. En esa canción, la que va por delante de las palabras sintió que no había tiempo que perder, que había que planear. (Inaudito para alguien como yo, que nunca planea nada, que simplemente siente que se le inflama el tuétano y generalmente opta por volar montada en los huesos del prójimo). Y ahora entiendo que la sensación no me vino de mi abuelo ermitaño, pese a que en un momento pensé que la canción era para él. Esa sensación viene de mi abuela, la que lo echó a la calle, en una época en las que las mujeres sensatas no hacían ese tipo de happenings.

Digamos que las mujeres de mi familia no sabemos dosificar. No sabemos escatimar, especular ni hablar bajito. Me imagino a mi abuela tirando a la ropa del abuelo a la calle por un balcón (aunque no vivía en una casa con balcón). Me la imagino puteando y llorando como una Ana Magnani descontrolada. Me la imagino como su querida Tita Merello, pensando en lo que se diría de ella. Las mujeres de mi familia somos así, tenemos estos muslos y estas narices y gritamos en todos los idiomas de la escoria de Europa. Enloquecemos cual condesas polacas ahogadas en aguardiente y endogamia, nos rompemos de amor y quedamos despedazadas como los Balcanes, nos mordemos los dedos con rabia para no amazzar a quienes tenemos enfrente, como señoras rencorosas de la ‘Ndrangheta calabresa.  Pero en algún momento, a veces tarde, a veces justo a tiempo, entendemos que no se trata de quienes tenemos enfrente. Se trata de una. Se trata de mirarse con el espejito-blancanieves y decirse la verdad. Y cuando una se dice la verdad de repente tiene más resto, más soplo, más para dar.

Mi abuela hubiera cumplido hoy 101 años. Se murió a los 98, vivió sola muchos años y se pasó la vida dándolo todo, dándose entera. Una superviviente en el buen sentido, una grossa.

Le gustaba cocinar y jugar a la lotería, las cartas, el juego de la oca, el Memotest y el Cerebro Mágico, y llorar y reír a full, como yo. Y pedía amor dando amor, como hago yo, como hacemos todos.

Mi hermano (otro hombre de ojos lindos) me hizo acordar de esa frase de mi abuela que a él le hacía gracia, y a mí ahora me emociona tanto:

“Subí la música que no la siento”

Para ella y para ellos, entonces, va esta canción de cuando yo tenía ganas de gritar.  Suban el volumen si quieren sentirla.

Mostros – One Minute (Bonus Track)

Por cierto, todos ellos, mis hombres de ojos lindos, mi abuela y mi abuelo, caminan conmigo hoy hacia una casa que todavía no sé si tendrá balcón desde donde hacer gestos espléndidos o desde donde soltar mi pelo cual Rapunzel entrada en años. Pero todos caminan conmigo. A las brujas, lindas mujeres sabias de mi vida, casi que no hace falta mencionarlas, porque no me sueltan la manito nunca.

Un minuto, y después ya fue.

 

 

One minute (Mostros)

 

He estado pensando: cuando sea vieja

dejaré a todos en banda

y me iré a vivir a un motel.

Empacaré papel y pluma,

algunos libros,

a mis tres gatos,

sobreviviremos a té y tostadas.

Un minuto, y después ya te has ido

mejor planearlo todo.

Un minuto y nada más

mi futuro es perfecto

Nunca he sido una coleccionista de discos

Puedo vivir sin mis cassetes

Escucharé la música dentro de mi cabeza

Un minuto, y al siguiente ya te has ido

Mejor planearlo todo sola

Un minuto y nada más

Mi futuro es brillante

Me compraré un contrabajo

Eso me obligará a mantenerme de pie

una vieja dama necesita ejercicio

Un minuto, un minuto.

No tendrás mi dirección

así que no vayas buscándome con el coche,

no estoy pidiendo que me recuerden.

Si me ves sentada en un porche

no me vengas con charla intrascendente:

sé demasiado bien cómo hacerme la sorda.

Dejaré de teñirme el pelo,

tendré una larga trenza blanca como Patti

me liberaré de internet.

Plantaré marihuana en el alféizar

y robaré en los supermercados

me prepararé gintonics los viernes por la noche.

Me pasaré las mañanas cantando viejas canciones

y las tardes leyendo libros viejos

y las noches despierta pensando en vos.

 

 

 

No toques nada, nadador

 

John Cheever se reiría de mí. O quizás ni perdería tiempo en ello. Cheever usa la palabra “estúpido” para referirse a aquellos escritores (sin dominio de su oficio) que claman que sus personajes tienen vida propia, y a aquellas invenciones que supuestamente huyen de sus autores y labran sus propios argumentos. Deleznable, diría, también.
Si llega a leer lo que escribí el otro día aquí en Champawat, eso de preguntarse si, de tanto escribir ficción, una acaba siendo un personaje de sí misma, seguro que me echaría a patadas de su cocktail party. Y yo tendría que huir, esta vez como un personaje prestado, nadando de piscina fría en piscina fría hasta alcanzar la carretera.
Yo les cuento todo esto porque todavía no había colgado aquí la entrevista que me hizo mi querido Hugo Clemente, autor del magnífico Cuaderno de Agua,
para su blog.
La anécdota gratuita y olvidable: contesté toda la entrevista de un tirón y me quedé leyéndola estupefacta como si la hubiera escrito otra persona (perdón, John). Decidí que esa no era yo. Y esperé dos meses, sin tocar nada, a que la vida se ajustara al habla de esa que contestó las preguntas. Quizás en ese gesto (el de ser insólitamente paciente, en el de confiar sin revisarse demasiado), quizás allí sí me acerque a lo que a veces hacen los escritores, y las personas, cuando saben. Cuando se saben. Qué poco sé ahora, de todas maneras.
Ligeramente esquizoides, todos nosotros, sí. Por algo paseamos por Champawat como si fuera un parque de diversiones. La tigresa ya se comió a 286 infelices, y el próximo puede ser uno de los nuestros. Uno de esos miles que llevamos dentro. Seguiríamos caminando, seguramente, pero tal vez ligeramente rengos de alguna de esas voces que cada tanto se nos trepan al hombro, como loritos, para gritarnos barbaridades en la oreja.
En ocasiones veo voces. Algunas hablaron con Hugo para No Toques Nada. La entrevista, aquí.

 

swimmer

No pasa nada, tenemos un plan

formidable.
(Del lat. formidabĭlis).
1. adj. Muy temible y que infunde asombro y miedo.
2. adj. Excesivamente grande en su línea.
3. adj. coloq. magnífico.

Estamos hablando de gente formidable. Todo empezó, como las mejores historias de este 2012 que se acaba, con un tweet.
Hace unos meses (aún era verano) Oscar Rodríguez, brazo ejecutor de santamaradona.org, también conocido como @vega en Twitter, mandó primero un tweet privado y luego se descolgó con un entrañable mail. En él nos proponía a unos cuantos tuiteadores, “así como con inusitado entusiasmo”, escribir un texto para formar parte de la segunda edición del Manual de Comportamiento para Gente Formidable.
El Manual es algo que, en su primera versión, apareció en 2005 y juntó a una manada de escritores con ganas de dar instrucciones precisas para ser formidables.
En esta nueva edición, se nos ofreció una lista de temas entre los que se podían encontrar, por ejemplo, “Cómo dedicar un gol”, “Cómo convertirse en espíritu maligno y habitar a tu cielito lindo” o “Cómo decir que no cuando uno quiere decir que sí”.
Yo quedé inmediatamente prendada por “Cómo ser desfogado y primitivo” y allá fui, de cabeza. Eso sí, intentando ser polite, di una segunda opción, que era “Cómo esperar una epifanía”, apartado del Manual que finalmente escribió Mónica Sánchez Lázaro. Su intervención abre el Manual y me transformó en fan suya for ever and ever.
Ayudó que Don Oscar nos hablara de amor en ese primer mail. Algunas veces, si te dedicás a escribir y venís con la guardia baja, si alguien te dice que tus textos emocionan con frecuencia, aunque venga en un mail masivo, te lo creés, comprás, te ablandás, en fin. O tal vez sea yo, que vengo con la efemérides subida y un ansia que ni Bowie turbio.
Sin más demora, vayan y descárguense gratuitamente este fabuloso compendio de textos. Encontrarán el PDF aquí, para leerlo en vuestro dispositivo favorito. Desde luego, si les gusta y quieren extender esta epidemia de magnificencia, hagan el favor de compartir, enviar, regalar, desparramar la buena nueva: tenemos un plan, habemus Manual.

Manual de Comportamiento para gente formidable

Participantes:

Cómo esperar una epifanía
Mónica Sánchez Lázaro

Cómo contagiarse de estoicismo
Andrés Gualdrón

Cómo dedicar un gol
Norman García

Cómo sobrevivir una relación a larga distancia
Olavia Kite

Instrucciones para evolucionar hasta hacer la evolución irrelevante
Mauricio Duque Arrubla

Cómo perder la cabeza
JG Cozzolino

Cómo ser desfogado y primitivo
Macky Chuca

Cómo sobrevivir, seis tesis
Javier Moreno

Cómo diseñar una cantaleta para resultados más eficientes
María Camila Vera

Cómo mantener la calma
Ana Malagón

Cómo decir adiós
Maximiliano Vega

Cómo olvidar una memoria
Oscar Rodríguez

 

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Imagen: Homo Ferus, u hombre salvaje europeo.

Palabra hablada, palabra olvidada

El viernes me olvidé de que tenía blog. De que tocaba escribir una entrada, y también de su existencia.
Les pido perdón a los incautos que se hayan acercado a Champawat, poniendo su vida en peligro, y se hayan encontrado sólo con el aliento fétido de la tigresa y nada para leer. Nada nuevo para leer, quiero decir.
Estos días también me olvidé de mí. Una está siempre mirándose el ombligo y su flora autóctona, pero a veces soplan vientos que te alejan de la orilla. Juegas a la estatua en el agua, aferrada a una vela imaginaria, y ya no tienes manera de volver. Algo así.
El otro día contesté una entrevista y no me reconocí en las respuestas. Le pedí perdón al entrevistador y le dije que ya le mandaría algo cuando el usurpador de cuerpos me dejara en paz. Me pregunto si con el hábito de escribir ficción una acaba siendo un personaje de sí misma. O si el bosque es tan denso que una ya no sabe cómo regresar y mirar las cosas con la cara limpia.
La tigresa se acerca, me husmea y veo que ha masticado mucha humanidad esta semana. Bien por ella.
Ayer celebramos el cumpleaños de Estación Spoken Word en ese lugar mágico que es Sa Possessió. Toni y Victoria hicieron un festejo precioso, con tarta incluida, y nos reencontramos con DYSO, que ya casi es isleño, y sus palabras saltarinas, que ayer sonaron más cercanas, más al oído. Conocimos a Batania y su musa. Nos emocionamos con Max Fernández Riera dejando volar al pájaro azul y recitando esos poemas suyos que me ponen la piel de pollo cada vez. Estaba todo Agente Noviembre con galletitas con monograma, ron y unas ganas de jolgorio total. Al lado, Eva se encargó de que el stand de Sloper despachara ejemplares de La reina del burdel como rosquillas. Enfrente el stand muy cuco de Ediciones La Baragaña y Casabierta Editorial. Lourdes Durán es quien hizo la foto que cuelgo aquí. También recitaron Biel Vila, Annalisa Marí, Tomeu Ripoll, Delfín… y espero no olvidarme de nadie.
Yo leí un texto aún inédito sobre personas primitivas y formidables (algo que está a punto de aparecer en formato electrónico y de lo que les hablaré muy pronto), y Flor Negra, que ya leí en mi primer slam el 25 de julio pasado.
Fue una noche de domingo en la que pareció que las palabras eran amables, que unían en abrazos. Pero no. En Champawat sabemos que la tigresa empuja con su hocico hasta que las palabras nos levantan la piel a mordiscones y ella puede ver qué hay debajo.

 

spoken-possessio-oct2012

 

Foto por Lourdes Durán.

Una no tan joven promesa

 

Promesas.

Prometí que no iba a hacer esto. Pero soy una chica que a veces rompe sus promesas, qué le vamos a hacer. También soy propensa a las efemérides y los festejos de aniversarios insignificantes. Son taras que una tiene.

En estos días mi primer libro, La reina del burdel, cumple un año. Desde aquí gracias a Román Piña, a Sloper y al Cafè Món, a todos los amigos de la vida que me soportaron durante la escritura, la correción (durante la cual, entre otras cosas, asistí a un parto hermoso y adquirí más fuerzas de las que podría describir) y los días previos a la presentación. (Fotos aquí). Gracias a los amigos de Mostros que se hicieron eco de toda esta locura y quisieron leerme, gracias a los muchos nuevos amigos, a las poetas que me animaron a leer en voz alta, a la gente que día a día me da sorpresas enormes, los muchos mensajes cariñosos, la gente que me cuenta que está leyendo el libro y de repente alguien llama para recomendárselo, ese milagro del boca a boca y la sincronicidad. Gracias a los amigos modernos amantes de las redes que se hacen fotos con el libro (y su hermosa portada por Don Rogelio J) y las cuelgan y las mandan por sms y mms y whatsapp y Twitter hasta que una queda desmayada de tanto amor. Hasta que el libro llega a una segunda edición que, por lo que me cuentan, no está muy lejos de agotarse.

Gracias, de corazón, a todos. Una es sólo una pared y si ustedes no estuvieran ahí jugando a la pelota conmigo, yo ya no tendría fuerza para gambetear.

No quiero olvidarme que la primera vez que publiqué en papel fue, otra vez gracias a Román, en La Bolsa de Pipas, hace un par de años. Por eso, otra vez todo confabula para que un nuevo texto mío aparezca en La Bolsa de Pipas de este trimestre. Mi texto se llama Quebrantahuesos. Y como pueden ver, soy por primerísima vez chica de portada, junto a Don Michele Dalmau, alias el Padrino, a quien por una vez no ofrezco mis respetos pero sí muestro mi amistad azotándolo con el libro rojo de Jung. Cosas que pasan en las librerías de Palma después de un gin tonic vespertino (sin pepino).

No se pierdan este nuevo número pipista. Y gracias, como siempre, por vuestra amable atención.

 

 portada bolsa 87

 

Foto por Román Piña.

 

 

 

Guía definitiva para lograr el sonido Mostro

Mañana hay concierto de mi banda, Mostros. Será el último concierto hasta dentro de un tiempo. Nos tomamos unas vacaciones para recobrar energía, y todavía no sabemos cuánto tardará la energía en presentarse otra vez, burbujeante y esplendorosa, como esas hadas esféricas de las películas de Disney.
Mentiría si dijera que no estoy un poco así, ligeramente triste y rara, porque todos sabemos la ansiedad que genera el juego bobo al que suelen jugar los novios, ese horror de “pedirse un tiempo”. Una banda muchas veces es como un noviazgo multitudinario (me estoy metiendo en terreno pantanoso aquí pero déjenme elaborar).
Mostros no nos pedimos un tiempo, porque lo que subyace, la amistad total, esa entidad inquebrantable que uno reconoce cuando mira al otro a los ojos, eso no está ni estuvo nunca en juego. Eso es algo que me llena de gozo: que a pesar de los comienzos turbulentos, una mudanza de continente, varios años sin papeles viviendo juntos en un piso (que podría haber sido el de Gran Hermano, porque nació al mismo tiempo que la edición española de GH) y todo todo todo en contra, esta formación de Mostros haya sabido mantenerse unida, heroicamente y estoicamente, como decía el gordo Casero, durante casi doce años.
¿Saben qué nos mantiene unidos, además de la amistad, la música, el amor por las mismas bandas y los mismos postres? La risa. La manera en que día tras día, año tras año, nos reímos de nosotros mismos.
Ojalá hubieran podido estar ayer, como mosca espía, en el último ensayo de Mostros antes del último concierto antes de las vacaciones. Fue muy divertido. Fue un delirio. Nos olvidamos de canciones que tocamos cada día, y salieron perfectos covers que no hacíamos hace meses. Por supuesto, también quisimos reflotar temas olvidados, y agregar arreglos de último momento a canciones a las que nunca se les cambió una corchea desde el día en que se tocaron por primera vez. Es evidente que esas cosas no se pueden, no se deberían hacer. Pero nosotros las hacemos porque somos los Mostros.
También tuvimos una idea fantabulosa sobre cómo mejorar el sonido en el local de ensayo y cambiamos todos los equipos de lugar, y luego nos pasamos un buen rato “buscando el sonido”. Ayer. Porque somos los Mostros.
Y también se nos ocurrió que, dado que todos los que pasaban por el patio comentaban lo muy bien que se oía desde fuera (“como si tuviera un compresor”, comentó alguien, entusiasmado), no perdíamos nada con probar. Y probamos tocar afuera un rato, al fresquito, tres de nosotros estirando los cables al límite, saludando a los vecinos del local, dejando al baterista, of course, sentado en su lugar y mirándonos con esa cara que sólo sabe poner él.
¿Por qué? ¿Porque somos los Mostros? No, porque somos unos boludos bárbaros.
Unos emocionados de la vida, en el fondo. Pero ay qué manera de reírnos.
Todo esto significa que no cambiaría a esta banda por ninguna otra del universo conocido, y que esta banda es así porque la hacen así mis queridos mostris, Alejo, Larry, Juanmi. Cómo los quiero, monguis.
Firmado: vuestra ovárica y muy cursi vocalista.
Nos vemos mañana en el Teatre de Lloseta.

(Esto se supone que iba a ser una introducción para mi texto sobre punk rock, que fue publicado en el número de marzo 2012 de Agitadoras. Pero creo que ya me extendí lo suficiente. Y si quieren, pueden ir aquí y leerlo)

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Foto por Ferrán Prieto.

  1. Nicolobo Ramos en 21 septiembre, 2012 en 15:16 dijo:

Oooooooohhhhh que me emocionas estúpida !! No hay nada mejor en el mundo (después de la pareja y -ay!- los hijos) que tener una banda. de musica.