Hace justo un año me cambió la vida para mejor, aunque en el momento no me dí cuenta del todo. Ciertos hallazgos son tan insólitos como toparse con una trompeta verde enterrada en la arena.
Un elefante blanco, dijo hace muchísimo tiempo un amigo, al relatarme una noche insomne y perfecta en la que se configuró todo lo que vendría después. Sé que a él lo que vino después lo colma hasta el día de hoy, más allá de dificultades y zozobras. Sé que a él el elefante blanco lo sigue visitando a última hora de la noche y que está allí cuando abre los ojos por la mañana, porque algunas cosas se eligen cada día.
Yo ahora sé lo que es una noche insomne y perfecta y, a través de los años, le hago un gesto a mi amigo y le doy las gracias por haberme regalado la premonición y la figura.
Me gusta lo que veo cuando me despierto. Me gusta la música que no elijo yo, rara para mí, que tengo un corazón FM, rara como la que puede salir de una trompeta verde, y que suena del otro lado de la pared del estudio. Me emocionan las situaciones fugaces que se despliegan cada día entre tantos rituales habituales, los momentos insignificantes que brillan un segundo en el aire antes de calarme con la consistencia del pegamento. I’m sticking with you, cantaba Moe Tucker, en una canción en la que la pusieron delante del micrófono, para que dejara de aporrear el tambor, quizá.
Y sí. Ciertos días yo también estoy hecha de pegamento.
Hoy, por ejemplo, que es un día más que transcurre entre pantallas y té y buñuelos de manzana y plasticola, mis ganas de festejar son ciertas y consistentes. Sabrán disculpar mi debilidad por las efemérides, y mi torpeza para venir a decir, al fin y al cabo, que agradezco lo que me han puesto delante cada uno de los días de este año que pasó. Agradezco la pared y el espejo, la estructura y la coyuntura, la milagrosa conversación y los silencios compartidos. Porque los hallazgos hay que celebrarlos, como celebramos las urracas cuando nos encontramos algo brillante en la playa.
Los dejo, voy a ver qué se me ocurre para hacer una cena en quince minutos con unas cuantas papas y esta música de fondo, este temblor.
Vamos Urraca. Me alegro por ti mucho, de veras.
Gracias, coach.