El viernes me olvidé de que tenía blog. De que tocaba escribir una entrada, y también de su existencia.
Les pido perdón a los incautos que se hayan acercado a Champawat, poniendo su vida en peligro, y se hayan encontrado sólo con el aliento fétido de la tigresa y nada para leer. Nada nuevo para leer, quiero decir.
Estos días también me olvidé de mí. Una está siempre mirándose el ombligo y su flora autóctona, pero a veces soplan vientos que te alejan de la orilla. Juegas a la estatua en el agua, aferrada a una vela imaginaria, y ya no tienes manera de volver. Algo así.
El otro día contesté una entrevista y no me reconocí en las respuestas. Le pedí perdón al entrevistador y le dije que ya le mandaría algo cuando el usurpador de cuerpos me dejara en paz. Me pregunto si con el hábito de escribir ficción una acaba siendo un personaje de sí misma. O si el bosque es tan denso que una ya no sabe cómo regresar y mirar las cosas con la cara limpia.
La tigresa se acerca, me husmea y veo que ha masticado mucha humanidad esta semana. Bien por ella.
Ayer celebramos el cumpleaños de Estación Spoken Word en ese lugar mágico que es Sa Possessió. Toni y Victoria hicieron un festejo precioso, con tarta incluida, y nos reencontramos con DYSO, que ya casi es isleño, y sus palabras saltarinas, que ayer sonaron más cercanas, más al oído. Conocimos a Batania y su musa. Nos emocionamos con Max Fernández Riera dejando volar al pájaro azul y recitando esos poemas suyos que me ponen la piel de pollo cada vez. Estaba todo Agente Noviembre con galletitas con monograma, ron y unas ganas de jolgorio total. Al lado, Eva se encargó de que el stand de Sloper despachara ejemplares de La reina del burdel como rosquillas. Enfrente el stand muy cuco de Ediciones La Baragaña y Casabierta Editorial. Lourdes Durán es quien hizo la foto que cuelgo aquí. También recitaron Biel Vila, Annalisa Marí, Tomeu Ripoll, Delfín… y espero no olvidarme de nadie.
Yo leí un texto aún inédito sobre personas primitivas y formidables (algo que está a punto de aparecer en formato electrónico y de lo que les hablaré muy pronto), y Flor Negra, que ya leí en mi primer slam el 25 de julio pasado.
Fue una noche de domingo en la que pareció que las palabras eran amables, que unían en abrazos. Pero no. En Champawat sabemos que la tigresa empuja con su hocico hasta que las palabras nos levantan la piel a mordiscones y ella puede ver qué hay debajo.
Foto por Lourdes Durán.