Me gustaría ser la tataranieta de Chesterton para poder comenzar este post con “it has been called to my attention”, o algo así. Se me ha informado, llegó a mis zarpas, me lo contó un pajarito. Se ve que en algún recodo de la red, pero no en la deep web, sino todavía en el más acá, algún iluminado con ínfulas de periodista ha hecho un cuestionario estándar para escritores. No nos confundamos: no es el cuestionario Proust, ni uno de esos ping-pongs de pregunta-respuesta relámpago tan habituales en las últimas páginas de los periódicos. No. Esta alma de cántaro empieza diciendo “me he dado cuenta de que le pregunto lo mismo a todos mis entrevistados”. O algo así. Si esto no basta para activar tu modo-Haddock (¡bachibuzuk! ¡sietemesino con salsa tártara! ¡vago de manual! ¡creador de hypes!), igual ayuda lo que sigue (parafraseado creativamente, pero el concepto es el concepto): “Entonces he decidido compilar todas estas preguntas, colgarlas en un recoveco de mi maravilloso blog, y tú sólo tienes que pinchar en el link, responderlas, y triunfar así en la red de redes: harás una búsqueda egoica en Google y aparecerás por arte de magia en este blog”.
Considérate entrevistado.
Ahora bien. Una tiene una edad, un par de libros leídos, algún libro publicado, muchos caballos desbocados, patos que se suelen volar rápido, pocos farolillos y menos ruidos. Una intenta jugar a la artista conceptual, y funcionar en modo punk la mayor parte del tiempo. Por eso, no es ajena al ya tan manoseado paradigma del DIY. Hace rato que lo hacemos nosotros mismos. Nos autopublicamos y autoeditamos libros y discos y fanzines y revistas, damos la vara en Facebook con el autobombo para que el pluriverso se entere, dejamos que cada tanto algún hacedor de milagros nos publique esto y lo otro, con cuidadito de que el sistema no nos fagocite (“en el capitalismo lucho con las armas del capitalismo” decía un conocido que se pretendía comunista) y de que no acabemos por error vestidas de petardas en un cocktail de la industria metiéndonos merca con el mejor postor. Todo eso ya lo hemos aprendido. Lo digo porque quizás algún despistado pensó que esta pseudopropuesta periodística de la blogosfera tenía lejanamente algo que ver con el “hazlo tú mismo”. Error, baby. Esto tiene tanto de autogestión como un palo de selfie.
Pero hay más. Desempolvemos la figura del intermediario. Porque it has been called to my attention que hay editores que ofrecen este SerBizio a sus autores porque “siempre viene bien una entrevista”.
Ah, los intermediarios. Los amamos, los odiamos, agradecemos cuando nos descubren, despotricamos cuando nos ignoran, acabamos cagándonos en su estampa la mayoría de las veces (salvo con los mencionados hacedores de miracolos, que haberlos haylos), pero en general no hacen nada que una sola no pueda hacer. Salvo golpear a las puertas de las altas esferas (¡Los suplementos dominicales! ¡Las máquinas de contar likes! ¡Los millones de vistas en YouTube!). Si eres un intermediario y haces tu trabajo y las niñas adolescentes tienen posters con la cara de tu protegido encima de la cama y abajo del crucifijo, o marcapáginas y calzones serigrafiados con la portada del libro de tu protegido, albricias: todos han ganado. Si, por el contrario, te limitas a ofrecer una pseudoentrevista en el blog de mierda de un señor que es tan vago que ni siquiera se curra las preguntas a sus entrevistados, que ni siquiera busca a sus entrevistados, que ni siquiera los elige, que se limita (suponemos) a filtrarlos, entonces estamos ante la desidia total, la muerte del periodismo, la muerte del blog, la muerte del oficio editorial, la muerte de la figura del intermediario, la muerte del pensamiento crítico, la muerte de la novela, la extinción de las ballenas y el apocalipsis zombie.
Ahora, con vuestro permiso, procedo a autoentrevistarme:
Hola, soy Macky Chuca, mi primer libro publicado fue La reina del burdel (relatos, Ed. Sloper), mi segundo libro publicado fue Saliva (poesía, ContraEscritura) y en el medio me autoedité Síntoma, que es un fanzine/plaquette de poesía muy cuco, bajo el nombre de guerra de The M Press (coartada/empresa en Panama Papers). Todo indica que hay incautos que están planeando publicarme un tercer libro, porque no saben aún (se enterarán por este post) lo bocazas y desagradecida que puedo llegar a ser. Desde acá un saludo fraterno a todos ellos.
Ah, también me he dedicado a cantar y a autoeditarme discos en bandas como Mostros, Weed Bug y (próximamente) Myrna Minkoff. Tres grandes bandas con tres nombres de mierda (uno de ellos lo elegí yo). Participo en el recording project Black Sushi (ese sí es un gran nombre), y tengo un proyecto solista que hasta el momento cuenta con un (1) tema grabado, pero aún no me he hecho el Bandcamp porque no sé qué foto de portada poner. Por ahora mi mejor idea consiste en salir con camisón blanco y escopeta. El nombre lo sabrán a su debido tiempo.
También hay incautos que me han dejado escribir en sus publicaciones, digitales o en papel: La Bolsa de pipas, La mujer de mi vida, Agitadoras y, últimamente, Karate Press. Pero esta tiene trampa, porque se hace en mi habitación propia. En KP tengo el cargo de hechicera y gestora del pánico y una columna donde hago hablar al oráculo para, básicamente, insultar a los Beach Boys y a los Who con total impunidad.
In your face, hombres blandengues.
Ya está. Miren qué fácil es hacer una autoentrevista y un post de mierda para tu blog.
Hala, me voy a hacerme una selfie, que en la que tengo que FB no salí con suficiente cara de zorra.
Imagen: Raymond Pettibon